CIUDADANO KALLE

Visitas

jueves, 5 de mayo de 2011

EL PAÍS DE JUAN VALDEZ

Hace ya unas décadas, Colombia decidido que como motivo de difusión de su sabroso y aromático café a nivel mundial, se recurriese a la figura de un campesino vestido al estilo tradicional de la zona cafetera: traje de algodón blanco, sobrero de paja, alpargatas cotizas y un pequeño paño colocado en el hombro, que a veces sirve para secar el sudor y otras de pequeña ruana para el frío; dicho campesino recibió un nombre: Juan Valdez. Y con arreo de burra cargadas de sacos de café "made in Colombia", se nos metió en los televisores, vallas publicitarias y anuncios de periódico de todo el mundo: la poderosa asociación de cafeteros colombianos había encontrado a su logo inmortal, y pronto todo el mundo (muchos de ellos desconocían donde estaba Colombia) se identifico con "aquel tipo" de bigote negros y amplia sonrisa que disfrutaba paseandose por su país arreando una "cuerda de mulas". Colombia entonces fue Juan Valdez; y Juan Valdez fue Colombia, mucho antes que el Uribismo inventase los confusos slogans: "Colombia es pasión" ( en Europa y Estados Unidos los pedófilos concibieron este slogan como una invitación a una prostitución fácil y barata, que ha hecho mucho daño a las gentes de ese país); y el no menos confuso: "Colombia, el peligro es querer quedarse"; realmente un trabalenguas que no sabemos si no esta invitando a salir corriendo, o que nos quedemos "a ver que pasa".

Juan Valdez y sus burras era limpio y claro; hasta políticamente correcto. Era la imagen del tipísmo costumbrista con que ´se identifica al campesino de la sierra cafetera. Era el andariego, personaje popular que recorría cientos de leguas caminos para llevar sus productos a los grandes centros del ferrocarril y puertos del Magdalena, de un siglo XIX que no había muerto en la memoria de los colombianos. Si en los años sesenta españoles entre los europeos se hizo famosa la frase de "España es diferente" o "Tipical spanish" para mostrar nuestro atraso frente a suecos y nordicos que nos seguían viendo como africanos bajitos y con cara de mala leche; en los noventa Juan Valdez y su cuerda de mulas se confundían con el Gabiero personaje de las novelas de Alvaro Mutis, o se perdía todavía en los ecos del Coronel no tiene quien le escriba de García Marquéz; y si nos fuésemos más atrás, Juan Valdez terminaría visitando la hacienda cafetera de la María de Jorge Isaac. En fin, Juan Valdez era la versión televisiva y a color de un mundo decimonónico colombiano que se teñia de nostalgia y melancolía.

Pero mira por donde, en estos trópicos en los que nada se pierde para siempre, sino que se camufla o se enmascara en otro, esperando la oportunidad de ser nuevamente él, Juan Valdez patea de nuevo las sendas y trochas de un país que nunca ha terminado por tener carreteras modernas y vías de penetración acordes con su numero de habitantes y su densa población campesina. Juan Valdez recorre hoy cientos de caminos que han vuelto del pasado para instalarse en la cotidianeidad de los noticieros. Caminos de barro y embarro; de transitar en lomos de una mula o mulo, (digase como se quiera) porque es posible que el fango se lo trague a uno. Un país que según dicen en W.D.C (USA) esta a punto de firmar un TLC con los "amigos del norte", para que sus mercancías (incluido su sabroso café) lo consuman más americanistos, y ellos a su vez nos inunden con sus miles de productos de la modernidad globalizada. Uno se pregunta: ¡por dónde transitaran esos productos? ¿Quién los llevará: camiones de doble eje y grandes "tracto-mulas" (como le dicen aquí, sin duda como recordatorio de ese animal que tanto hizo por la Colombia del siglo XIX) que ya no pueden transitar por carreteras desaparecidas por falta de mantenimiento, mala construcción, robo prolongado y politiqueros sin escrúpulos?

La respuesta a todas estas preguntas no puede ser otro que: las mulas de Juan Valdez. El hombre del traje blanco inmaculado, del sombrero de paja, de amplia sonrisa y bigote negro, con "trapito" al hombro, ha vuelto; y esta vez, nadie sabe por cuanto tiempo se quedará. Sus mulas ya han aumentado, van camino por convertirse en el único transporte posible en Colombia. Y dicen las malas lenguas que están muy solicitadas por varias compañias gringas, de esas que aspiran a instalarse en el país después de firmado el TLC, para beneficio de los siempre. pero seamos justos: ¡Gracias a Dios que aún existe Juan Valdez!


No hay comentarios: