CIUDADANO KALLE

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viernes, 1 de febrero de 2013

LA BOMBA BARCENAS


A punto de estallar, el "caso Bárcenas" se ha convertido en el torpedo en la línea de flotación de la maltrecha honorabilidad del PP. Rajoy sigue missing; y sus alfiles del gobierno y del partido -no debemos olvidar que el presidente es doblemente presidente: del gobierno y del PP- no dan abasto para frenar la cascada de indignación, se pasa ya de castaño oscuro, que un día sí, y otro también, reciben en la calle, en el súper, en el bar, en la universidad, en la prensa no adicta a este "régimen": la situación ya es un clamor que en poco más de un día a conseguido más de medio millón de firmas para que "se vaya", este señor y todo su equipo, que será como echar a la calle, sino a la cárcel, a varias generaciones de peperos. Incluso en su partido, los que aún quedan honestos, han decidido darse de baja, o criticar abiertamente el mayor escándalo que un partido español haya cometido sobre la corrupción. Y mira que los ha habido gordos, de tomo y lomo, y no sólo del PP, sino del PSOE, CIU, UCD, etc. De incompetentes y mentirosos, como decía el otro día un periodista, han pasado, en poco más de un año a llevarse el "gran chorizo".
Abiertamente hoy ya se pide la dimisión del gobierno, y pide que se convoquen elecciones. Y no lo pide sólo el señor Cayo Lara y otros grupos de los que los medios llaman "minoritarios"; sino que lo pide la ciudadanía en la calle. El filósofo Pablo Bustinduy escribe hoy en el Público (http://www.publico.es/450007/la-estaca) ese periódico digital que TVE española tiene vetado en sus programas de opinión, que a pesar del clamor popular y ciudadano: 

"[...] aquí no ha pasado nada, que aquí las cosas hay que hacerlas pasar. En este país, esperar que los escándalos tengan consecuencias por sí mismos es un ejercicio de ingenuidad. No se trata solo de la impunidad judicial que el régimen utiliza continuamente como escudo (un sistema tan implacable con unos como blandito y servil con los otros). Se trata de algo más sutil y complicado a la vez, que tiene que ver con el significado y los efectos de las palabras, y con el contacto que han perdido con la realidad"

Y puede ser que tenga razón Bustinduy. La historia reciente española parece darle la razón una y otra vez: a mayor escándalo de corrupción, mayor aumento de "choriceo". Es como si los sin vergüenzas de este país se sintieran impunes, y venga a convertir el Estado en un botín.
Pero yo quisiera ser un poco más ingenuo, quizás pensar que el vaso ya rebosa y que esta vez, el pueblo español tendrá que decir un "basta ya" -y no sólo por la corrupción- y salir a la calle que se ha convertido en el verdadero Parlamento, y enfrentarse con su cita con la historia. Esa cita a la que no acudió hace treinta años, cuando la Transición - la narrativa la llama Pablo Bustinduy- se nos convirtió en el "cuento chino".
Lo que si comparto plenamente con Bustinduy es que la corrupción es sólo un síntoma y no la enfermedad. Ésta, es algo más profundo. Es inherente al propio sistema capitalista que se ha instalado en su fase caníbal  en la fase del "capitalismo rampante" que se lo devora todo. Como bien afirma el filósofo:

"Hoy en día corrupción y gobierno de la deuda son inseparables, son dos extremos de la misma trama, y solo se acabará con una luchando contra la otra hasta el final. Esa trama está cada vez más desnuda, es cada vez más obscena, pero nada va a suceder por sí solo. Que la estaca esté podrida no significa que no vaya a durar, que no se vaya a hacer más ancha y más grande. La estaca está podrida: hay que rodearla, estirar de cada lado, asegurarse de verla caer"